Lo que verdaderamente importa son las sensaciones y sentimientos que se vivieron en el coso francés.
Con la verdad por bandera, José Tomás, sin nada de aspavientos al público tan de moda ahora, se propuso reventar la plaza.
Desplegó un auténtico recital de toreo: a compás abierto pudiendo al toro que lo pedía; a pies juntos, cruzándose, pegándo pases inverosimiles, arrimándose como un jabato, lleno de temple y despaciosidad, con la suavidad de sus toques practicamentes invisibles, citando de frente y semi defrente, con el sentimiento y la pureza de su capote, improvisando toreando al natural con la derecha ( sin ayuda de espada para entendernos mejor), quedándose quieto como un palo clavado......
No se tienen palabras para describir su toreo.
José Tomás es un oasis refrescante en medio de una gran mayoría de " granitos de arena " que llegan a componer un desierto.

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